El Aumento de los Problemas de Salud Mental en Jóvenes: Más Allá de la Pandemia
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El Aumento de los Problemas de Salud Mental en Jóvenes: Más Allá de la Pandemia

En los últimos años, los problemas de salud mental entre los jóvenes han aumentado considerablemente. Aunque la pandemia de COVID-19 ha sido un factor importante en este incremento, el Colegio de Psicología de Santa Cruz de Tenerife ha señalado que las causas subyacentes van mucho más allá. Según Tamara Cabrera, secretaria del Colegio, la sobreprotección parental y la baja tolerancia a la frustración son dos de los principales factores que están afectando a la salud mental de los jóvenes hoy en día.

La sobreprotección parental: Un obstáculo para el desarrollo emocional

En la actualidad, muchos padres y madres, con la mejor de las intenciones, tienden a sobreproteger a sus hijos, evitando que enfrenten dificultades o desafíos que podrían ser claves para su crecimiento personal. Esta forma de crianza, aunque motivada por el amor y el deseo de evitar sufrimientos, está generando un efecto contrario: la falta de herramientas emocionales para lidiar con las adversidades de la vida real.

Tamara Cabrera destaca que en muchas familias, los padres están acostumbrados a «darlo todo» a sus hijos, sin permitir que estos enfrenten frustraciones o fracasos. El resultado es que los niños y adolescentes crecen sin haber desarrollado una resiliencia adecuada, lo que les hace vulnerables emocionalmente cuando se encuentran con desafíos en el ámbito escolar, social o laboral. Esta incapacidad para enfrentar situaciones difíciles se refleja en una mayor incidencia de ansiedad, depresión y otros trastornos relacionados con la salud mental.

La baja tolerancia a la frustración y sus consecuencias

La baja tolerancia a la frustración es otro de los factores que contribuyen al aumento de los problemas de salud mental en jóvenes. Esta característica se desarrolla en un entorno donde los niños no se enfrentan a obstáculos ni contratiempos, lo que les impide aprender a gestionar sus emociones en situaciones adversas. Sin una exposición gradual a la frustración, los jóvenes carecen de las habilidades necesarias para manejar la decepción, el fracaso o las dificultades, lo que puede generar una sensación de impotencia o ansiedad constante.

Además, la sociedad actual tiende a premiar el éxito inmediato, lo que refuerza la idea de que cualquier dificultad o contratiempo es algo negativo que debe evitarse a toda costa. Este enfoque contribuye a una visión distorsionada de la vida real, donde todo debe ser fácil y rápido, y cualquier obstáculo se percibe como una barrera insuperable.

El impacto de las redes sociales: Comparaciones y expectativas irreales

Las redes sociales juegan un papel crucial en agravar los problemas de salud mental entre los jóvenes. Según Cabrera, las redes muestran una versión idealizada de la vida, en la que solo se resaltan los aspectos positivos, los logros y la felicidad superficial. Este tipo de contenido fomenta comparaciones entre los jóvenes, quienes creen que su vida debería ser tan perfecta como la que ven en las plataformas digitales.

El problema es que las redes sociales no muestran la realidad completa: los fracasos, las dificultades y los momentos de vulnerabilidad quedan fuera del relato, lo que genera expectativas completamente irreales. Esto lleva a que los jóvenes, al no poder cumplir con esos estándares inalcanzables, sientan que están fracasando, lo que alimenta su ansiedad y su inseguridad.

Presión social y económica: Un entorno que no favorece el bienestar

Aparte de la sobreprotección y las redes sociales, Cabrera señala que existen factores sociales y económicos que también contribuyen al deterioro de la salud mental de los jóvenes. La alta competencia académica y la dificultad para acceder al mercado laboral son dos de los principales retos a los que se enfrentan los adolescentes y jóvenes adultos. Esta presión por lograr el éxito en un entorno altamente competitivo genera estrés y frustración, especialmente cuando los jóvenes no están preparados para manejar los fracasos o los obstáculos en su camino.

El miedo al fracaso y la necesidad de alcanzar el éxito a toda costa pueden llevar a problemas de autoestima y, en los casos más graves, a trastornos mentales como la ansiedad o la depresión. Además, la incertidumbre económica, agravada por la crisis global, hace que muchos jóvenes sientan una falta de control sobre su futuro, lo que impacta directamente en su bienestar emocional.

Estrategias para abordar la situación: Gestión emocional y responsabilidad

Frente a esta situación, Tamara Cabrera hace un llamado a la importancia de educar a los jóvenes en la gestión emocional. Enseñarles a lidiar con sus emociones de manera saludable es fundamental para que puedan enfrentar los retos de la vida adulta sin caer en el desánimo o la desesperación. Es esencial que los padres, en lugar de sobreproteger a sus hijos, les enseñen a asumir responsabilidades y a tomar decisiones, permitiéndoles experimentar tanto el éxito como el fracaso.

Cabrera subraya la necesidad de normalizar el pedir ayuda cuando sea necesario, ya que buscar apoyo no debe verse como una debilidad, sino como un paso importante para cuidar de la salud mental. Sin embargo, también advierte contra la patologización excesiva de las emociones negativas. No todas las emociones desagradables o momentos de tristeza deben considerarse como síntomas de un trastorno mental. Es importante que los jóvenes aprendan a diferenciar entre las emociones normales y aquellas que requieren una intervención profesional.

La importancia del apoyo familiar y la educación emocional

El papel de la familia en el desarrollo emocional de los jóvenes es crucial. Además de evitar la sobreprotección, los padres deben crear un ambiente en el que sus hijos se sientan seguros para expresar sus emociones y compartir sus preocupaciones. La educación emocional debe ser una parte integral de la crianza, enseñando a los niños desde temprana edad a identificar y gestionar sus sentimientos de manera saludable.

Asimismo, los centros educativos también tienen un papel fundamental en este proceso. La integración de programas de educación emocional en las escuelas puede ayudar a los jóvenes a desarrollar las habilidades necesarias para gestionar sus emociones, mejorar su autoestima y aprender a enfrentar las adversidades de manera constructiva.

Conclusión: Un enfoque integral para mejorar la salud mental juvenil

El aumento de los problemas de salud mental entre los jóvenes no es un fenómeno que pueda atribuirse únicamente a la pandemia. La sobreprotección parental, la baja tolerancia a la frustración, la presión social y el impacto de las redes sociales son factores clave que están contribuyendo a esta problemática. Para abordar la situación, es necesario adoptar un enfoque integral que involucre tanto a las familias como a las instituciones educativas y a la sociedad en su conjunto.

Es fundamental educar a los jóvenes en la gestión emocional, enseñarles a asumir responsabilidades y proporcionarles las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos de la vida real. Al mismo tiempo, es importante que se normalice el pedir ayuda cuando sea necesario y que se evite patologizar todas las emociones negativas. Solo de esta manera podremos ayudar a los jóvenes a desarrollar una salud mental sólida y a enfrentar el futuro con confianza y resiliencia.

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En definitiva, criar jóvenes emocionalmente saludables requiere un equilibrio entre el apoyo y la independencia, enseñándoles a enfrentar la realidad con las herramientas adecuadas y brindándoles el apoyo necesario para navegar las dificultades que la vida les presente.

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